
11 Jun Érase una vez mi madre
El cine francés sigue acariciando la gallina de los huevos de oro de las grandes historias de superación y los vínculos afectivos como tabla de salvación. Esta adaptación de la biografía superventas de Roland Perez, abogado habitual en los medios de comunicación galos, bebe del espíritu (y el éxito) de ‘Intocable’, ‘La familia Bélier’ o ‘Especiales’. La historia está centrada en el tesón de su madre, quien siendo niño hizo lo imposible por que superara la discapacidad que le impedía caminar.
La película abarca 50 años de su vida y eso es, al mismo tiempo, un logro y una condena. Lo cierto es que el relato de la infancia, en los años 60, funciona mucho mejor que la segunda mitad, ya en la vida adulta. Leïla Bekhti (‘Un profeta’) brilla en el papel de madre a la que interpreta de manera excelente hasta su vejez. El punto de fricción llega cuando el protagonista hace esa transición, pasando de niño a veinteañero, interpretado por el cómico Jonathan Cohen, quien tiene cuarenta y tantos. Aun así, el director, Ken Scott (‘Starbucks’) consigue lo que se propone: crear un fenómeno de público en su país.